¿Dónde están las mujeres? Por una inserción de mujeres en las antologías y en los manuales escolares (artículo publicado en Los Ojos de Hipatía, el 23-07-2017, revisado).
Rocío González Naranjo
Las mujeres han
sido y son consideradas marginales en los manuales escolares,
realizados, en su mayoría, por editoriales privadas que se rigen por
los programas de cada comunidad autónoma. Pero no es un problema que
se observe únicamente en España. Desgraciadamente, este fenómeno
patriarcal se extiende por toda Europa. Es decir, ¿No hubo
escritoras? ¿No existieron mujeres importantes en la Historia que no
fueran reinas, santas o malvadas? ¿La ciencia evoluciona únicamente
gracias a los hombres? ¿En tiempos de Mozart, no había
compositoras?
Seguimos pues en una sociedad patriarcal en la que no
hay huella de las mujeres en la historia. Y, sin embargo, nada más
lejos de la realidad. No nos engañemos, los programas escolares se
basan en el canon realizado, a su vez, por hombres. Este artículo
pretende demostrar que la otra mitad del género humano existe y que
la participación de la mujer en el mundo ha sido, es y será
esencial.
Llorent-Bedmar y Cobano-Delgado Palma1
explican esta situación de manera clarificadora:
A poco que se indague en la cuestión,
es fácil detectar que los libros de texto no son ni inocentes ni
neutrales, más bien al contrario, tienen un innegable vínculo con
los intereses y con las ideologías de los grupos sociales dominantes
en detrimento de grupos sociales desfavorecidos y de las mujeres. A
través de las imágenes los libros de texto contribuyen al proceso
de socialización de los estudiantes. Son símbolos investidos de
sentido por su productor y portadoras de una multiplicidad de
connotaciones.
Por ello, es esencial una política de inclusión de las mujeres y
por tanto de revisión de estos libros, que parecen decir a los
jóvenes estudiantes que las mujeres no han participado en la vida
social, cultural ni política del mundo. Considero de una gravedad
extrema que no se rectifiquen estas políticas educativas que lo
único que van a alimentar es la ignorancia de los estudiantes y,
sobre todo, la desigualdad.
Pero retrocedamos un poco y comprobemos
que ya, Harold Bloom, en El Canon occidental (1994), eligiendo
26 autores para explicar su canon, sólo tuvo en cuenta a Emily
Dickinson, Virginia Woolf y Jane Austen2.
Vita Sackville-West, gran novelista, sin reconocimiento.
Como formulador del concepto crítico que una vez bauticé como
«la angustia de las influencias», he visto cómo la Escuela del
Resentimiento repetía insistentemente que tal idea se aplicara sólo
a los Varones Europeos Blancos y Muertos, y no a las mujeres y a lo
que pintorescamente denominamos «multiculturalistas». De este modo,
las animadoras feministas proclaman que las mujeres
escritoras cooperan entre sí amorosamente como si hicieran
ganchillo, mientras que los activistas literarios
afroamericanos y chicanos van incluso más lejos al afirmar que se
hallan libres de cualquier angustia provocada por la contaminación:
cada uno de ellos es Adán al despertarse. No conciben ningún
momento en que no fueran como ahora; autocreados, autoengendrados, su
genio es sólo suyo. En cuanto que afirmaciones realizadas por
poetas, dramaturgos y escritores de ficción en prosa, son saludables
y comprensibles, aunque se engañen. Pero, en boca de supuestos
críticos literarios, tan optimistas pronunciamientos no son
verdaderos ni interesantes, y van en contra tanto de la naturaleza
humana como de la naturaleza de la literatura de imaginación. No
puede haber escritura vigorosa y canónica sin el proceso de
influencia literaria, un proceso fastidioso de sufrir y
difícil de comprender.3
De este modo justifica Bloom la ausencia de las mujeres y de otros
grupos “multiculturalistas” en las antologías oficiales: no hay
una influencia, no toman como ejemplo a otros autores, no hay un
intertexto. Según Bloom, estos grupos minoritarios trabajan en una
especie de torre de marfil. Siguiendo pues la afirmación del autor,
podríamos decir que Concha Méndez, por poner un ejemplo, decidió
escribir poesía sin sentirse influenciada por las y los coetáneos
con los que se codeaba: Lorca, Dalí, Altolaguirre, Buñuel…
Concha Méndez, en una verbena en los años veinte con Altolaguirre (a la derecha), Aleixandre (en el centro) y otro amigo. RESIDENCIA DE ESTUDIANTES
Maria Yakunchikova (1870-1902) - The reflection of the personal world
No, no se trata de una cuestión de influencias, se trata de un
olvido premeditado. En los manuales de historia, harto es sabido que
son los vencedores los que la escriben, y si a eso añadimos el hecho
de ser hombres, entonces las mujeres brillan por su ausencia. Tenemos
tantos ejemplos de esta injusticia que en un único artículo no
podríamos dar una lista. Por el momento, voy a presentarles algunas
de las mujeres que deberían estar en los libros de Historia por
méritos propios y que fueron completamente borradas de la misma:
-Ada Lovelace, trabajó juntamente con Charles Babbage para crear una
“maquina analítica”. Eso abrió la puerta a los ordenadores,
pero el mérito se lo llevó su colaborador.
-Gerda Taro, fotoperiodista que fue ocultada por la personalidad de
su compañero Robert Capa. Muchas de las fotografías de Taro se
atribuyen erróneamente a este último.
-María Telo, que participó en la Reforma del Código Civil de 1975
y de la que no se dice absolutamente nada cuando se hace alusión al
proceso.
-Las Constituyentes, llamadas así por la participación en el
proceso de la redacción de la Constitución española, 27 diputadas
y senadoras también olvidadas de la Historia4.
-Las Sinsombrero. Gracias a Tània Balló, comienzan a recuperarse
las figuras femeninas de la llamada Generación del 27 (Ernestina de
Champourcin, Concha Méndez, Maria Teresa León, Concha Méndez,
Marga Gil Roesset, Josefina de la Torre, Maruja Mallo, Rosa Chacel y
María Zambrano). Sabemos, además, que se está preparando una
segunda y quizás, una tercera parte, lo cual demuestra que Las
Sinsombrero no fueron un grupo aislado de mujeres “haciendo
ganchillo”.
-Joan Trumpauer, una blanca sureña luchadora del antirracismo en los
EE. UU. y de la que no se habla cuando se hace referencia a la lucha
antirracista.
-Clara Zetkin, creadora del Dia Internacional de la Mujer y del voto
femenino en Alemania. ¿Alguien la conocía?
-Noor Inayat Khan, la cual “fue una princesa de origen indio que se
alistó en el ejército británico para combatir al nazismo. Fue la
primera mujer operadora de radio de la SEO, Operaciones Especiales,
en la Francia ocupada y activa colaboradora de la Resistencia
conocida por su nombre en clave como Madeleine”.5
Son diferentes ejemplos que demuestran que la otra mitad del género
humano debe aparecer en las antologías y por consecuencia, en los
manuales escolares.
Estamos en el siglo XXI, el de las redes sociales, pero no es lógico
ni normal que aún hoy en día, no se haya hecho una reforma de los
programas educativos para paliar esta desigualdad y esta gran falacia
que consiste en hacer creer a nuestros adolescentes que no hubo una
participación femenina en la Historia. Deberían comenzar a
cuestionarse todos aquellos libros canónicos escritos sin la
consideración de una justicia universal, una equidad.
Por poner un ejemplo, si pensamos en nuestras llamadas Generaciones literarias, recordemos que fueron hombres quienes las establecieron como tal. Por un lado, Azorín fue el que se encargó de aglutinar a sus compañeros en unos artículos de 1913, más tarde lo hizo Pedro Salinas. En cuanto a la generación del 14, el que teorizó sobre ella fue el pedagogo Lorenzo Luzuriaga en la revista argentina Realidad (1947). Por otro lado, la antología poética más célebre para periodizar las generaciones la realizó Gerardo Diego, estableciendo además los conceptos de generación y de grupo. José Luis Cano realizó, a su vez, en 1958, una antología de la nueva poesía española, en la que ya diferenciaba entre grupo, generación y movimiento. En fin, José Luis Aranguren, en 1968, teorizó sobre la Generación del 36. Como hemos dicho anteriormente, en este panorama de teóricos, no observamos ninguna mujer que investigue sobre sus propias generaciones, grupos o movimientos (si es que pertenecieron a algunos), lo cual nos lleva a pensar que esta ausencia de los cánones de la literatura es, en parte, debido a una teoría meramente masculina. No debemos olvidar la excepción realizada con la segunda edición de la antología de Gerardo Diego, en 1934, en la que aparecen como poetas de la generación del 27, Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre.
Por poner un ejemplo, si pensamos en nuestras llamadas Generaciones literarias, recordemos que fueron hombres quienes las establecieron como tal. Por un lado, Azorín fue el que se encargó de aglutinar a sus compañeros en unos artículos de 1913, más tarde lo hizo Pedro Salinas. En cuanto a la generación del 14, el que teorizó sobre ella fue el pedagogo Lorenzo Luzuriaga en la revista argentina Realidad (1947). Por otro lado, la antología poética más célebre para periodizar las generaciones la realizó Gerardo Diego, estableciendo además los conceptos de generación y de grupo. José Luis Cano realizó, a su vez, en 1958, una antología de la nueva poesía española, en la que ya diferenciaba entre grupo, generación y movimiento. En fin, José Luis Aranguren, en 1968, teorizó sobre la Generación del 36. Como hemos dicho anteriormente, en este panorama de teóricos, no observamos ninguna mujer que investigue sobre sus propias generaciones, grupos o movimientos (si es que pertenecieron a algunos), lo cual nos lleva a pensar que esta ausencia de los cánones de la literatura es, en parte, debido a una teoría meramente masculina. No debemos olvidar la excepción realizada con la segunda edición de la antología de Gerardo Diego, en 1934, en la que aparecen como poetas de la generación del 27, Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre.
Ernestina de Champourcin
Josefina de la Torre
Y, sin embargo, el panorama literario femenino en la Edad de Plata
muestra una gran producción. Mateo Gambarte afirma lo siguiente en
relación con la ausencia de mujeres, sobre todo en la del 27:
En algunas, ni siquiera aparecen en los aledaños o apéndices más
remotos. En lo que respecta a la del 27, suelen aparecer en los
confines si uno se empeña bastante en buscarlas, y, aun así, a
veces por galantería. [...]9.
No nos queda más que esperar que algún día, este país y el resto
de Europa sean conscientes de una vez por todas del silencio que está
produciendo monstruos, como diría Goya, pues, ¿qué van a pensar
las alumnas que creen que las mujeres no han participado en la
Historia? ¿Como se van a sentir representadas? ¿Y los alumnos?
¿Reforzarán la sensación de superioridad que, desgraciadamente,
sigue existiendo?
1
LA MUJER EN LOS LIBROS DE TEXTO DE BACHILLERATO EN ESPAÑA, 160
CADERNOS DE PESQUISA v.44 n.151 p.156-175 jan./mar. 2014.
2
“He procurado que los cánones nacionales quedaran representados
por sus figuras cruciales: Chaucer, Shakespeare, Milton, Wordsworth
y Dickens por parte de Inglaterra; Montaigne y Molière por Francia;
Dante por Italia; Cervantes por España; Tolstói por Rusia; Goethe
por Alemania; Borges y Neruda por Hispanoamérica; Whitman y
Dickinson por Estados Unidos, Los dramaturgos más importantes están
presentes: Shakespeare, Molière, Ibsen y Beckett; también los
novelistas: Austen, Dickens, George Eliot, Tolstói, Proust y
Woolf”, Bloom, Harold, El canon occidental, Título original: The
Western Canon: The Books and School of the Ages Harold Bloom, 1994
Traducción: Damián Alou, Editor digital: Titivillus, p. 8.
3
Bloom, Harold, Ibidem, p. 12.
4
Para más información, ver el documental Las constituyentes,
realizado en 2011 por Oliva Acosta.
5
Extraído del grupo Mujeres silenciadas que cambiaron la
Historia, Facebook.
9
Eduardo MATEO GAMBARTE, El concepto de Generación Literaria,
Madrid, Editorial Síntesis, 1996, p. 176-177.
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