Las primeras y efímeras alcaldesas « del cambio » a principios de la Segunda República: muchas maestras y una jornalera.
Publicado en la revista Los Ojos de Hipatía, el 16 de agosto de 2019.
Rocío González Naranjo
"Lo que no se nombra, no existe"
En
un artículo del periódico Ahora, encontré una entrevista
que me cautivó. Una de aquellas historias inolvidables que te
llegan al alma. La historia de la primera alcaldesa de la República,
María Domínguez Remón. Después, leyendo otras entrevistas de las
alcaldesas republicanas, pude comparar mejor todos los casos con el
de María, ya que es completamente diferente a las otras ediles.
En honor a la verdad, hay que decir que no fue en realidad la primera
alcaldesa elegida en elecciones, sino propuesta por una Comisión
Gestora, como tantas otras mujeres que se encontraron durante tres
meses a ejercer un puesto de relativa importancia. Pero eso no le
quita importancia a la persona que, originaria de un medio humilde,
por no decir pobre, se hizo a sí misma, tanto intelectual como
personalmente. Pero recordemos antes cómo llegaron estas mujeres a
una alcaldía.
María
Domínguez Remón, Ahora, 27-10-1932
Con
la República, se decidió suprimir el artículo 29 de la Ley
Electoral de Maura de 1907, el cual prescindía de los comicios si
solamente se contaba con un candidato. Huelga decir que el candidato
debía ya tener experiencia como edil, aunque fuera en otro distrito,
o aquellos propuestos por diputados, senadores y toda la camarilla
política del momento. De este modo, este sistema anti-democrático
facilitaba el puesto al político de turno, al cacique. Justo un mes
después de las elecciones en las que se proclamó la Segunda
República, estos gobiernos locales fueron anulados y se optó por
una comisión que designara a una persona que iba a ejercer el cargo
el tiempo de instaurar nuevas elecciones municipales.
De
ese modo, muchas mujeres fueron propuestas por las comisiones
gestoras, sobre todo maestras, ya que sólo podían acceder a estos
puestos los funcionarios del estado. El periodista Eusterio B. Alario
de Estampa, realizó un reportaje en el que presentaba a las
nuevas alcaldesas de la zona de Palencia, que era la parte en la que
quizás hubo más representación femenina: catorce alcaldesas y
treinta y una vocales: Ascensión Aparicio (Hérmedes de Cerrato),
Tomasa Canduela Calvo (Osorno), Juanita Rivera Mateos (Villodre),
Fructuosa Tarrero Polo (Villalaco), María Sanz Soria (Espinosa de
Villagonzalo), Pilar Pérez Leñero (Herrera de Pisuerga), Valentina
García San Martín (Soto de Cerrato).
Ascensión Aparicio
Tomasa Canduela Calvo
Juanita Rivera Mateos
Fructuosa Tarrero Polo
María Sanz Soriano
Pilar Pérez Leñero
Valentina García San Martín
Manuel
Casanova, de Crónica, realizó un escueto artículo en el que
presentaba a las diecisiete alcaldesas de la provincia de Zaragoza,
dando una lista de las mismas, que paso a reproducir: Emilia
Rodríguez (Almochuel), Concepción Cortadé (Alpartir), Antonia
Bosque (Ardisa), Jerónima Sebastián (Balonchán), Cecilia Latre
(Bureta), Josefina Candé (Clarés de Ribota),
Estrella de las Nieves García (El Frasno), Victoriana Cereza
(Gelsa), Clementina Bilbao (Lituénigo), Adelina Muñoz (Lobera de
Onsella), Isabel Pemán (Magallón), Felipa Elizondo (Novillas),
María Gil (Tiermas), Manuela Blasco (Torrellas), Elvira Antorán
(Villanueva de Huerva). Todas maestras, excepto María Gil.
Las 17 alcaldesas zaragozanas
Pero
como explicaba al principio de este artículo, es la alcaldesa de
Gallur la que me cautivó con su historia, ya que pienso, es ejemplo
de cómo puede una mujer hacerse a sí misma y lo que llamamos, hoy
en día, empoderarse.
De
Pozuelo de Alarcón, María era hija de padres jornaleros del campo.
No tardaron en ponerla a trabajar, pues los jornales de los padres no
daba para alimentar a la familia. Aun así, comenzó a leer todo lo
que le caía en las manos, algo que su madre no veía con buenos
ojos. De este modo, María aprendió a leer sola, como sola aprendió
muchísimas cosas.
Como
era costumbre en la época, siendo bastante joven, la casaron
obligada con un hombre que resultó ser un maltratador, y María
aguantó este ambiente hasta que un día, tras ocho años de
martirio, lo abandonó, yéndose con un dinero prestado por una amiga
y a pie por el monte hasta llegar a Navarra. Recuerden que les estoy
hablando de 1910 aproximadamente, época en la que la mujer casada
era equiparada, según el Código Civil, a un menor, un demente o un
sordomudo. De allí tomó el tren hasta Barcelona, donde se encontró
con la sorpresa de una denuncia de su marido por abandono de hogar
para irse con otro hombre y hacer lo que se decía en aquel momento
“mala vida”. Hay que decir que la mujer, según el Código Civil
de 1889, debía obediencia a su marido, según el artículo 57. Si no
era así, la esposa podía ser castigada según lo considerase su
marido, y en el caso de un adulterio, recordemos que, a parte del
uxoricidio por honor, es decir, matar a su esposa de manera
“legítima”, se podía castigar a la mujer por infidelidad: el
esposo podía solicitar la separación en todos los casos. Aun así,
María no dudó en arriesgarse. A partir de ese momento, se vio
acosada por la policía constantemente hasta que en un día, los
agentes se dieron cuenta de la vida normal que llevaba. En vez de
detenerla, la ayudaron.
Durante
un año trabajó sirviendo en una casa en la ciudad condal, hasta que
su padre fue a buscarla, volviéndose con él a Pozuelo. Fue lo peor
que hizo, pues la obligaron a volver con su marido, el cual fue más
violento que antes. Esta vez, María lo soportó únicamente siete
días, dejándolo de nuevo para irse a trabajar en una casa del
pueblo. Durante un tiempo, fue acosada constantemente por su marido,
hasta que por fin éste dejo su empeño al haber encontrado otra
pobre infeliz a la que maltratar.
Sin
trabajo y con ganas de independencia, se convirtió en una
emprendedora. Decidió comprarse una maquina de hacer medias para
sobrevivir sin tener que soportar vejaciones. Al mismo tiempo,
devoraba libros y escribía poemas e historias. Un día, decidió
enviar uno de esos escritos a Roberto Castrovido, de El País,
y su articulo fue publicado. De ese modo empezó a escribir para “El
ideal de Aragón”, “Vida nueva” y “Avante”. Comenzaba así
su carrera de escritora.
No
muy convencida por su falta de formación y gracias a su amigo
maestro Pedro Rubio, obtuvo un puesto de maestra en Mendiola, un
caserío cerca del pueblo de Almando. Y aquí me pararé en una
anécdota que explica la determinación de esta mujer: su amigo le
enseñaba cada día las lecciones que ella debía transmitir a los
niños por la mañana y por la tarde, amigo que vivía a una hora a
pie de Mendiola, en Almando. Y así, María cerraba la escuela,
yéndose a pie a Almando dos veces al día buscando la formación que
necesitaba para impartir unas clases de calidad. Al mismo tiempo,
comenzó a estudiar para poder ingresar en la Escuela Normal de
Pamplona. A pesar de conseguir la plaza, tuvo que regresar a Zaragoza
por salud y volvió a la fabricación de medias.
No cejó en su
empeño de ser maestra y, por las noches asistía a las clases de la
Escuela de Artes y Oficios, pero una enfermedad la dejó postrada en
cama durante un año. Gracias a los compañeros
de El Ideal, pudo curarse, pero se le cerró para siempre la
vía de maestra, ya que el médico le prohibió cualquier trabajo
intelectual.
María
volvió al campo y a hacer medias para poder sobrevivir. Se vio en el
encargo de dirigir una pequeña escuela en Caparroso, durante un
periodo muy breve. Al cerrar ésta, tuvo que volver de nuevo al campo
y a las medias. Y en 1926 se casó, estableciéndose en Gallur. Fue
allí donde comenzó a participar activamente en política: en 1927
organizó la sección local de la UGT y aún en monarquía, realizó
varias campañas por la república. No es de extrañar que terminara
siendo alcaldesa republicana.
María
con su familia, Crónica, 30-10-1932
En
diciembre de 1930 se levantó contra la monarquía en la sublevación
de Jaca. Con la llegada de la república, gobierno socialista. En
1932 fue destituido y el gobernador nombró una comisión gestora, en
la que María Domínguez Remón fue propuesta como presidenta y
alcaldesa.
Hasta
aquí lo que pude leer de su propia voz, en la entrevista que le
hicieron en Estampa. Después he hecho algunas búsqueda y he
visto que María consiguió imponerse en su puesto y que, además,
introdujo muchas mejoras para el pueblo de Gallur:
-
Redujo el desempleo gracias al trabajo rural.
-
Creó una escuela inclusiva, es decir, mixta, con la misma educación
para niños y niñas.
- Se
basó en la legislación del momento en lo que a trabajo se refiere,
consiguiendo buenos resultados.
-
Contrató a personas para que limpiaran las aulas de la escuela,
creando puestos y quitando esa responsabilidad a los niños.
Y
todo esto en un tiempo récord: desde
el 29 de julio de 1932 al 6 de febrero de 1933, cuando
dimitió de su cargo para unas elecciones democráticas. Se dedicó
después a la enseñanza y al periodismo,
firmando sus artículos con el pseudónimo “María la tonta”,
defendiendo la igualdad de la mujer, el voto femenino, la cultura y
enseñanza como cambio en la sociedad, la lucha de los pueblos. Fue
fusilada el 7 de septiembre de 1936.
No
he buscado la suerte que les reservó la vida a las otras alcaldesas
del cambio, pero prometo hacerlo en próximos artículos. María
merecía que nos paráramos en su trayectoria vital. Pues su ejemplo
debería estar presente en todos los rincones de esta España que
parece olvidar todos los días a sus luchadores por la libertad y la
democracia, por los maestros e intelectuales que quisieron un mundo
mejor, por todas las mujeres que se hicieron a sí mismas y que
consiguieron que la dignidad fuera el motor de sus vidas. A todos, a
todas, gracias.
Otras alcaldesas de la que hablaremos en otra ocasión:
Julia Mayoral Márquez
Aurea Arregui
Aurea Rico
Baldomera María García Fuentes
Carmen Almandoz
Carmen Hornero
Carmen Segura Chasserot
Dolores Aparicio y Blanco
Eulogia Herrera
María del Carmen Pérez Lejárraga
María Icíar Arana
María Martínez
María Rodríguez Carreño
María Toves
Maximina Jiménez
Petra Sánchez Hernández
Purificación Gil