miércoles, 12 de septiembre de 2018

Halma Angélico


Halma Angélico : el olvido sin piedad

(Texto publicado para Adopta una autora)

Rocío González Naranjo


María Francisca Clar Margarit (1888 Palma de Mallorca - 1952 Madrid), cuyo pseudónimo era Halma Angélico, mujer excepcional que participó en la construcción de un Madrid más feminista y artístico. Gracias a los estudios de la profesora Pilar Nieva de la Paz, de Ivana Rota o Evelyne Ricci podemos acceder un poco más a su vida y a su obra.


 Fotografía extraída del periódico ABC, del 17/06/1932




Con una educación católica, Angélico se convirtió en toda una personalidad del Madrid de los años veinte y treinta, gracias a su trabajo como articulista y a su asociacionismo femenino, político y cultural. Se codeó con las personalidades más importantes del momento (Manuel Azaña, Margarita Nelken, Carmen de Burgos, Cristóbal de Castro, Concha Espina, María Teresa León, etc.). Comenzó muy pronto su actividad en el teatro, como cuando trabajó con Jacinto Benavente para la representación de Don Juan Tenorio en un cenáculo teatral. Mujer divorciada y con dos hijos, empezó a escribir y colaborar en varios medios, tanto españoles como hispanoamericanos1. En esta época también comienza a comprometerse en causas sociales, creando un Hogar Sudamericano para exiliados, haciéndose socia del Lyceum Club Femenino - del que fue la última presidenta antes de la guerra civil -, de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) - siendo la vicepresidenta en enero de 1935 - de la asociación socialista Unión de Mujeres de España y España Femenina.

Creación de la ANME, 11 de mayo de 1918


Así, ya antes de la llegada de la República, Angélico, a través de sus obras, cuestionó lo que la República iba a indagar a través de la educación : un cambio en los códigos sociales de las mujeres. Solamente cuatro obras componen la producción teatral de Halma Angélico2 : La nieta de Fedra, Entre la cruz y el diablo, Al margen de la ciudad y Ak y la Humanidad. Las tres primeras obras tienen en común la descripción de la situación de la mujer en la sociedad de la autora, y la última obra opta por un teatro político.

Primera edición de La nieta de Fedra, 1929. 


En sus tres primeras obras, Angélico ofrece una representación realista de la situación de la mujer pero pone de relieve la instauración de nuevos códigos sociales femeninos y preconiza el desarrollo de la solidaridad femenina: la sororidad. En La nieta de Fedra, Angélico denuncia la situación de las madres solteras maltratadas por una sociedad que no consiente que una mujer pueda elegir ser madre sin la presencia de un marido. El mito de Fedra es versionado de una manera excepcional, a partir de una hija intransigente con su madre. Su obra Entre la cruz y el diablo, de 1932, consigue ponerse en escena en el teatro Muñoz Seca de Madrid, representada por la compañía de Margarita Robles y quizá ayudada por la entonces directora del teatro, Pilar Millán Astray. En esta obra, la dramaturga presenta una serie de retratos de diferentes mujeres que viven en un convento recogiendo mujeres perdidas. Se trata de una micro-sociedad en la que la solidaridad femenina es uno de los factores de integración más importante. Lo mismo sucede en su obra de 1934, Al margen de la ciudad, en la que dos mujeres completamente opuestas se ayudan para sobrevivir en una microsociedad gobernada por hombres. De este modo, una de las características esenciales de la obra de Angélico es la sororidad, palabra que incluso hoy en día, la RAE no reconoce. Además, los personajes luchan contra sus sentimientos y contra la realidad en la que viven. Particularmente La nieta de Fedra nos recuerda la tragedia rural tan querida por Federico García Lorca. Durante la guerra, Angélico consigue representar en 1938 la obra Ak y la Humanidad, una obra que no tiene nada que ver con las anteriores, con un tinte político que no gusta a una parte de la crítica teatral. Esta obra tiene por finalidad permitir a los espectadores preguntarse sobre la eugenesia para crear un mundo mejor, pero la única solución que se muestra al final para conseguir una mejor sociedad es la educación. Sin embargo, el valor literario de la autora se centra en su "sensibilidad" femenina. Así, en esta última obra, al no centrarse en la "tragedia biológica" - como lo llama Cristóbal de Castro - la autora es atacada sin piedad en la prensa.

Después de la guerra, la dramaturga fue encarcelada durante tres meses a causa de su pasado político. Finalmente fue liberada y se quedó en Madrid, aislada intelectualmente, sola, sin retomar la escritura, y murió en el olvido el 9 de noviembre de 1952, olvido que persiste hasta nuestros días.

No sólo es autora de obras teatrales, sino también de ensayos, cuentos, artículos de prensa, etc3. En toda su producción, muestra la realidad de la España de pre-guerra, e intenta conciliar los dos mundos opuestos que cohabitaban : el conservador y el progresista. Fue la única dramaturga que pudo organizar una representación durante la guerra, en 1938, un aspecto que prueba su valor, ya no como dramaturga, sino como personalidad de la época. Angélico sufrió la invisibilidad literaria, como tantas otras dramaturgas y escritoras de la Edad de Plata, borradas del mapa cultural y artístico de su época, debido en parte, al tratamiento recibido por la prensa, como lo explica Shirley Mangini4, pero también a la invisibilidad teatral, a las pequeñas y únicas ediciones de sus obras o al eclipse que los escritores hombres de la época produjeron. Sea cual sea el motivo, Halma Angélico es una innovadora tanto en la temática como en los códigos escénicos. Los hombres célebres del momento la reconocen, como se puede observar en este fragmento de un artículo anónimo de la revista Cultura integral y femenina5:

Azorín dice que « hay finura y emoción en su prosa » ; Cristóbal de Castro, que tiene « una sensibilidad poderosa » ; Sánchez-Ocaña, en ABC, que es « una mujer con temperamento, con fibra y con pluma... ; que sus fondos dramáticos tienen un trazo vigoroso, intenso, que llega a lo hondo con una fuerza emotiva, recta y eficaz » ; el P. Félix García, en Religión y Cultura, habla de la « fuerte y delicada sensibilidad de la autora », y añade que « su talento observador y reflexivo no resta ternura y amorosidad femenina a esa mujer » ; Rafael Marquiña hace notar « su gran talento y su densidad intencional », así como su originalidad, tan recta como delicada.

Dejando a un lado los comentarios sexistas que podemos encontrar, la autora es reconocida como una gran escritora del mundo interior de los personajes. Sus obras son duras, crueles, en la que las mujeres sufren los códigos sociales que les son impuestos. Gracias a los estudios citados anteriormente, podemos conocer más sobre esta personalidad, pero seguimos cuestionándonos, ¿Por qué no forma parte del canon literario?


1 (ABC, Blanco y Negro, Heraldo de Madrid) Mujer y Mundo Femenino.
2 Subrayemos el hecho que Los caminos de la vida (1920) y Berta (1922) son, respectivamente, las primeras versiones de Entre la cruz y el diablo et de La nieta de Fedra.
3 Los caminos de la vida. Madrid, Imp. Clásica Española, 1920, firmado como Ana Ryus.
Berta, drama en tres actos, de 1922.
La mística: (estudio de almas), Madrid, Talleres Tip. Velasco, 1929, 84 p.
La nieta de Fedra, Madrid, Talleres Tip. Velasco, 1929, 201 p.
El templo profanado, Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, 1930, 221 p.
La desertora, Madrid, Librería Beltrán, 1932, 236 p.
Entre la cruz y el diablo, Madrid, Rivadeneyra, 1932, 42 p.
Al margen de la ciudad, en: Teatro de mujeres. Prologue de CASTRO, Cristóbal (ed.), Madrid, M. Aguilar, 1934, p. 17-86.
Santas que pecaron, Madrid, Aguilar, 1935, 265 p.
AK y la humanidad, Madrid, M. Aguilar, 1938, 128 p.
Según Juan Antonio Hormigón, quedan algunos escritos inéditos. Por ejemplo, la obra La gran orgía, «entregada para su registro en la SGAE el 8- VII- 1932 ». Además, la familia posee los inéditos siguientes: El Madrid que a veces también llora, Agar, poema en prosa, Ibor el magnífico y La Jineta.
4 MANGINI, Shirley, Las modernas de Madrid : las grandes intelectuales españolas de la Vanguardia, Barcelona, Península, 2001, p. 189. « Cuando una mujer lograba estrenar, en muchas ocasiones la crítica – condescendientes o galantes, pero raras veces seria o positiva – determinaba una corta vida para la obra en cartelera. En general, las dramaturgas de los años veinte – como tantas otras mujeres que destacaron en su época – desaparecieron de la historia literaria hasta las últimas dos décadas de este siglo. »
5 ANONIMO, « Halma Angélico », Cultura integral y femenina, 15-2-1933, p. 8.

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