Mujeres
extraordinarias, mujeres obliteradas : las artistas republicanas, publicado en la Revista Cultural Los Ojos de Hipatía, 23 de julio de 2018
Rocío González Naranjo
Grupo de chicas en la Residencia de Señoritas (Madrid). Fot. Rev. Estampa (15-4-1930), fuente Biblioteca Nacional.
Gracias
a un progresivo interés por la falta de información de mujeres
olvidadas de nuestras antologías : estudios universitarios,
artículos de divulgación, documentales… comenzamos a conocer
figuras tan importantes como Clara Campoamor, Victoria Kent, María
Zambrano, Concha Méndez, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcin,
Josefina de la Torre, Carmen Laforet, María Martínez Sierra, María
Teresa León, Isabel Oyarzábal de Palencia, Elena Fortún, Luisa
Carnés, Carlota O'Neill… Mujeres pioneras de nuestra Edad de
Plata : políticas, científicas, artistas, escritoras,
activistas feministas… Sin embargo, aún queda mucho camino por
realizar ya que, a pesar de este interés incipiente que surge sobre
todo, desde los ámbitos universitarios o feministas, estas personas
son completamente desconocidas por nuestr@s jóvenes, una decisión
arbitraria que les invita a pensar la Historia solamente desde una
mitad de la sociedad : la de los hombres.
La
nómina realizada por diversos críticos literarios han obliterado
completamente la presencia de mujeres en aquellas generaciones que
estudiamos desde que tenemos acceso al curso de literatura española
contemporánea. Ninguna mujer (o casi ninguna) se estudia como
componente de las generaciones y, sin embargo, el panorama es bien
distinto del que estos críticos han dejado constancia.
Los
estudios de la literatura española contemporánea tienen la « mala »
costumbre de diferenciar los autores por generaciones que se suceden
vertiginosamente : de la pesimista generación del 98 pasamos a
la constructiva generación del 14, para llegar finalmente a una
explosión de vanguardias con la generación del 27, sin olvidarnos
de la generación de los que sufrieron la guerra, la del 36. Este
fenómeno de diferenciar los autores por generaciones es « marca
España », ya que en ningún otro país se estudian los autores
por generaciones, sino por movimientos. Muchos autores se quedan, de
este modo, en los aledaños, e incluso fuera de las citadas
generaciones, haciendo así de ellos/ ellas, solitarios e insólitos
escritores que no son reconocidos por las antologías. Lo mismo
sucede con los/ las artistas, políticos/ políticas, activistas…
Margarita Ferreras y Delhy Tejero
Tània
Balló ha comenzado un trabajo titanesco con el proyecto transmedia
de Las Sinsombrero, cuya segunda parte pronto verá la luz. La
productora considera que se trata de mujeres modernas, nacidas a
finales del siglo XIX o principios del XX, con una cierta
homogeneidad en sus respectivas artes, vidas, amistades, etc. Pero,
¿Y qué hacemos con las
mujeres no nacidas en estas fechas ? ¿No
podemos ver la convivencia que hubo entre las « antiguas »
y las « modernas » ? ¿Y
si dejamos de hablar de generaciones y comenzamos a hablar de
« movimientos » ? De este modo, tod@s
aquell@s autores marginados por las
antologías cobrarían por fin vida, y si hablamos de las mujeres,
entonces podríamos comenzar a hablar de una verdadera coeducación
en la escuela.
En
este artículo quiero demostrarles, con una serie de ejemplos, que
mujeres de distintas edades y que por afinidad con hermanos o
esposos, se les ha intentado situar en una generación, cuando lo que
deberíamos hacer es aglutinarlas a todas en un mismo movimiento :
el de las mujeres republicanas, porque todas, de algún modo,
adherieron a las ideas republicanas. Pero antes, les voy a dar mi
propia nómina. No se trata de una nómina arbitraria realizada justo
para introducir mujeres en las antologías. Esta nómina ha costado
años de trabajo y de reflexión para la proposición de este
movimiento. Ya les he mostrado al principio algunos ejemplos, aquí
les dejo las que siguen ausentes :
María
Goyri, Zenobia Camprubí, María de Maeztu, Halma Angélico,
Matilde Huici, Mercedes Gaibrois, María Luz Morales, Maruja Mallo,
Dolores Cebrián, Constancia de la Mora, Carmen Conde, Pura Maortúa,
Carmen Baroja, María Martos, María Luisa Navarro de Luzuriaga,
Matilde Ras, María Teresa Borragán, Pilar de Valderrama, Abedel
(Eduarda Adelina Aparicio y Osorio), Mercedes Ballesteros, Sofía
Blasco, Magda Donato (Carmen Nelken), Irene Falcón, Margarita
de Fran (Margarita González Giraud), Consolación Gómez Martín,
Concha Espina, Pilar Algora, Elena Arcediano, Adela Carbone, Carmen
Díaz de Mendoza (Condesa de San Luis), María Luisa Madrona, Elena
Minet, Alicia Davins, Angélica del Diablo (María Palomeras
Mallofré), Julia Reyes, Conchita Ruiz, Pilar Contreras,
Carolina Soto, María Luisa Algarra, Sofía Casanova, Pilar
Contreras, Carolina Soto, Elena Macnee, Dolores Ramos de la Vega,
Josefa Rosich, Aurora Sánchez, Sara Insúa, Micaela de Peñaranda,
Matilde Ribot, Trudy Graa…
Hay
muchas otras que no he insertado, pero que sigo trabajando para que
aparezcan. Seguramente les suenen algunos nombres, como el de María
de Maeztu, la directora de la Residencia de Señoritas, equivalente a
la Residencia de Estudiantes, en la que muchas de estas mujeres
compartieron trabajo, estudios y sensibilidades ;
Zenobia
Camprubí les puede también recordar a la mujer de Juan Ramón
Jiménez. Pero no sólo fue eso : bibliotecaria de la Residencia
de Señoritas, co-fundadora del Lyceum Club, traductora de las obras
del autor Rabindranah Tagore, e incansable republicana ; Ya les
hablé de Halma Angélico, de María Luz Morales, de Carmen Baroja,
de Matilde Ras, de María Teresa León, Ernestina de Champourcin,
Carlota O'Neill, María Luisa Algarra… Pero siempre
individualmente. Ahora toca hablar de ellas como movimiento
incipiente de pioneras en las letras, las artes, el feminismo, el
asociacionismo y el activismo. Por ello, a partir de una serie de
premisas, demostraré la necesidad de un cambio en las antologías
escritas por hombres.
Para
empezar, hay que pensar que estas mujeres tienen
un carácter total de femme
de lettres, como
decía María Teresa León en su libro de memorias:
Me
gusta cuando los franceses dicen: 'femme de lettres'. Eso, mujer de
letras, una junto a otra,
no
de palabras, letras sueltas como aquellas que nos servían en la sopa
del Sagrado Corazón [...]Nunca me he sentido más letrada, nunca he
sentido más reverencia por el estado de mi inquietud, por esa
comezón diaria en carne propia que me da el escribir.
Es
un sentimiento
compartido
por todas estas mujeres, que se atreven con todos los géneros.
Tenemos el caso de
María
Teresa Borragán, que escribió, además de teatro, obras que se
acercan a la prosa poética
y ensayos regionalistas mexicanos ya en su exilio.
Luisa Carnés produjo, además de teatro,
novelas y ensayos como la biografía de Rosalía de Castro, e incluso
tuvo una pequeña incursión en la poesía, dedicándole a su hijo y
a su madre los poemas.
Isabel Oyarzábal de Palencia es también autora de ensayos y
novelas. Pero además fue traductora de ilustres autores, y
desarrolló la biografía y autobiografía.
Isabel Oyarzábal disfrazada de napolitana (Arxiu Nacional de Catalunya. Fondo Isabel Oyarzábal Smith)
En
segundo lugar,
son « mujeres de mundo », interesadas por otras culturas,
realizando viajes educativos, culturales o simplemente para
independizarse de la opresión de una familia patriarcal, como es el
caso de Concha Méndez, la cual, a pesar del rechazo de su familia,
se va a vivir a Londres
en 1929 y se codea con los mejores ambientes culturales del momento,
continuando el mismo año su periplo hacia Buenos Aires. Algunas
fueron subvencionadas con becas o por el Estado español en estos
viajes.
Tal es el caso de María Teresa León que viajó, en 1932, por orden
de la Junta para Ampliación de Estudios para conocer el teatro de
post-vanguardia en países como Alemania o Rusia. María Martínez
Sierra, a través de una beca conseguida por la Escuela Normal para
estudiar en Bélgica en 1905, viajó, junto a Gregorio, por Francia,
Inglaterra y Suiza.
En
tercer lugar, todas estas mujeres sienten la necesidad de asociarse,
de poder compartir un lugar de encuentro en el que poder expresar sus
inquietudes y desarrollar sus vetas artísticas sin la mirada
opresora de las instituciones del momento. De
este modo, abundan las asociaciones femeninas, feministas,
culturales, políticas… Según Amparo Hurtado :
La
necesidad de asociarse se impuso a partir de la Primera Guerra
Mundial [...] Las primeras tentativas para obtener mejoras sociales
en beneficio de la mujer habían formado la Asociación Nacional de
Mujeres Españolas (1918), presidida por María Espinosa, y la Unión
de Mujeres Españolas (1918), dirigida por María Lejárraga;
mientras que María de Maeztu [...] formó la Federación Española
de Mujeres Universitarias (1921), aunque sólo para licenciadas y
doctoras. Máxima representatividad, en cambio, logró enseguida el
Lyceum Club (1926), la primera asociación feminista del país. En
poco tiempo se convirtió para la opinión publica en el símbolo de
la emancipación de la mujer.
En
efecto,
el
asociacionismo dio alas a este movimiento de mujeres, a este
« movimiento mujeril » como lo llamaron en la época la
prensa más rancia y retrógrada. Así,
podemos contar entre ellas a Halma Angélico,
que fue la última presidenta del
Lyceum Club (en
1935) y que antes se había encargado de la Sección de Literatura;
María Martínez Sierra,
que
creó
la Asociación Femenina de Educación Cívica; la
pertenencia de
Oryazábal a
la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, o el caso de María
Teresa León, muy ligada a la Institución Libre de Enseñanza.
Incluso
las mujeres que no estaban asociadas, eran invitadas a estos
círculos, como es el caso de Carlota O'Neill, que pudo presentarn
en el Lyceum,
a finales de 1935, su obra inédita Paraíso
Perdido.
Estas
mujeres comparten no sólo espacios vitales, sino sensibilidades
parecidas : todas quieren avances para las mujeres en una
sociedad patriarcal, y lo primero que van a solicitar es una
educación completa para la mujer española. Este feminismo, muy a la
española, fue el que se impuso en aquellos primeros años de la
década de los años veinte, dando paso después a demandas más
politizadas como el sufragio femenino. Y todo ello se fraguó en
estos espacios, sobre todo en el Lyceum Club. Del
mismo modo, muestran un compromiso por la República : algunas
de un modo más tímido, pero otras integrando las filas de los
partidos antimonárquicos. Especial es el caso de María Teresa León
o de María Lejárraga.
María Lejárraga, Julia Alvarez Resano y Francisca Bohigas
En
cuarto lugar, estas mujeres participan en proyectos culturales
importantes, demostrando que forman parte de la vida artística y
social del país. María Teresa Borragán
por
ejemplo, crea, en
el Teatro Martín, la
Campaña de Arte de 1924 a 1925. Aunque sólo se mantuvo durante una
temporada, las obras representadas pretendían romper con el teatro
comercial y decadente que había en Madrid en ese momento. Pilar de
Valderrama creó en su casa el teatro íntimo Fantasio,
un cenáculo teatral muy parecido al Mirlo Blanco de los Baroja, o al
Club Anfístora fundado por otra mujer, Pura Maortúa de Ucelay junto
con Federico García Lorca, en el seno de La
Cívica.
Otra de nuestras autoras en crear proyectos teatrales, pero de
diferente índole que las anteriores, fue María Teresa León, con
Nueva Escena, Teatro de arte y propaganda y las Guerrillas del
Teatro, donde no dudó en ir al frente para representar obras de
urgencia a los milicianos republicanos. Luisa Carnés, ya en el
exilio, creó la revista Mujeres
Españolas;
Carlota O'Neill fundó Nosotras,
una revista que sin duda, mezclaba el feminismo con la lucha obrera;
Y el caso de Concha Méndez es de especial interés para la creación
de la denominada generación del 27, ya que gracias a su labor como
editora, junto a su marido, el poeta Manuel Altolaguirre, se pudieron
publicar textos de todos los autores en sus diferentes revistas, una
de las más importantes sin duda es Caballo
verde para la poesía.
En
quinto lugar, estas mujeres participaron en la prensa como editoras,
articulistas, críticas, redactoras… En la prensa más importante
de la época. El
Heraldo de Madrid pero
también en revistas especializadas como es Mundo
Femenino,
órgano de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas. En general,
se ve una tendencia a escribir más en el exilio, en medios
relacionados con los exiliados republicanos y con
las mujeres. Algunas de ellas eligieron pseudónimos para escribir en
la prensa, como es el caso
de Luisa Carnés, conocida como Clarita Montes o Natalia Valle, o
Isabel Oyarzábal de Palencia que a veces escribía con el pseudónimo
de Beatriz Galindo.
En
cuanto a la temática, las autoras pasan del realismo al modernismo,
la vanguardia, el drama rural, el teatro proletario… diferentes
estilos pero con un objetivo común : mostrar los cambios que se
están produciendo en la sociedad en cuanto a la política y a las
mujeres. La diversidad de temáticas y de formas de dramaturgias
hacen que sean consideradas en grupos distintos: desde el modernismo
de María Martínez Sierra, pasando por el teatro de agitación de
Luisa Carnés y María Teresa León, siguiendo con los dramas rurales
de María Teresa Borragán y Halma Angélico, o con el simbolismo del
teatro infantil de Concha Méndez.
En
conclusión, y resumiendo las seis características, hemos podido
comprobar que todas estas mujeres, aunque de diferentes edades
(« generaciones ») comparten sensibilidades, espacios
vitales, actos
culturales y sociales, ideas políticas… Mujeres que aún hoy en
día no las encontramos en las antologías de nuestros institutos. La
labor de los investigadores es fundamental, pero necesitamos una
política educativa que rehabilite estas figuras para que las alumnas
puedan verse representadas, por fin, en la historia de nuestra
literatura.