jueves, 6 de diciembre de 2018

Ernestina de Champourcin: de la memoria y la autoafirmación


Ernestina de Champourcin : de la memoria y la autoafirmación, artículo publicado en Los Ojos de Hipatía, el 2 de junio del 2018


Rocío González Naranjo


Ernestina de Champourcin ha sido recientemente reconocida como una de las poetas inconfundibles de la Generación del 27, gracias a la labor de Tània Balló y al documental Las Sinsombrero. Incluso ahora, si buscamos información en diferentes páginas web, nos confirman que era una reconocida en la nómina de integrantes de la Generación del 27. Esto en parte se produce porque Gerardo Diego la integró en Poesía española contemporánea de 1934, junto a Josefina de la Torre. Incluso fue nominada al Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1992. Pero ella no tuvo conciencia de « ser », como muchas de nuestras modernas. Ella dedicó su vida a rememorar aquella generación sin dar valor a su propio protagonismo.




 Quizá porque no se reconoció a sí misma, como muchas otras mujeres artistas y literatas, no fue reconocida como debiera. Ernestina, conocida como « Nina » familiarmente estuvo, ante todo, al servicio de la memoria de otros, como es con el caso de su admirado poeta, Juan Ramón Jiménez.
Es cierto que en la Universidad de Navarra podemos acceder libremente a tres tomos que escribió en el otoño de su vida, ya de regreso a España, pero aún no hemos tenido la suerte de tener entre nuestras manos la edición de María Elena Antón Ramírez, Diarios y memorias de Ernestina de Champourcin : algunos fragmentos inéditos, publicado por la Universidad de Navarra en el 2006. Vamos a conformarnos con la primera lectura que hemos tenido.



Comprender a Ernestina es difícil, sobre todo si leemos su obra La ardilla y la rosa (Juan Ramón en mi memoria), editadas por la fundación del poeta moguereño en 1997, pues comprobamos que, aunque une sus recuerdos al encuentro con el matrimonio Juan Ramón-Zenobia, no podemos más que preguntarnos por qué se refugiaron sus recuerdos en esa amistad, y no en sus vivencias durante los hermosos años de explosión cultural como es la denominada Edad de Plata.



Su deriva al Opus Dei fue tal que incluso l@s amig@s de aquella maravillosa generación le dieron de lado, y cuando se encontró en España de nuevo tras su largo exilio, la soledad era un lastre importante. Prueba de ello es un escrito que cita Tània Balló en su libro Las Sinsombrero :

2 de enero de 1990. Comienzo del año casi en vacío. La radio con las pilas más caras puestas hace tres días no funciona. La otra está a arreglar. La chica se ha ido con gripe. El teléfono no ha sonado ni una vez. […] Me gustaría ser nueva como el año. ¡Pero qué difícil !1


Ernestina con su marido, Domenchina

Pero empecemos por el principio, o más bien por la mitad. No vamos a explicar la vida de esta intelectual y artista ya que, afortunadamente, podemos encontrar mucha información en la web y cómo no, en el documental de Las Sinsombrero. Eso sí, debemos explicar algunas circunstancias para comprender la trayectoria vital y artística de Nina. Esta gran poeta, intelectual y moderna, tuvo la suerte de pertenecer a una familia de clase alta y liberal, con lo cual tuvo una educación igualitaria a la de sus hermanos, pudiendo asistir a las clases de la Escuela libre, pero que a la hora de matricularse en la universidad, recibió la negativa de su padre.

No por ello, Ernestina se rindió, pues fue una mujer luchadora y a contracorriente. Sabía hablar y escribir inglés y francés e incluso escribió algún que otro poema en la lengua de Molière. Así que empezó a escribir poemas para diferentes revistas de la época, obteniendo un buen apoyo de la crítica. En Madrid se acerca a los círculos culturales e incluso sociales a los que no pertenece, pero eso le ayudará para perfilar su personalidad política, tan importante en su devenir.


Residencia de Señoritas

El Lyceum Club de Madrid le dio la oportunidad de consagrar sus relaciones sociales, culturales y artísticas del momento, continuando a escribir poemas. Aunque no pudo formar parte de la junta fundacional por la negativa de su padre, ella no faltó un solo día a las tertulias, conferencias y otras actividades de este refugio femenino de un Madrid hostil a la independencia de las mujeres. Y es entonces, tras la publicación de su primer poemario En silencio (1926), cuando conoce a su admirado poeta, a Juan Ramón Jiménez. Y aquí, permítanme que pase directamente a La ardilla y la rosa, unas memorias « para otro », en las que ella es únicamente testigo de algunos hechos, sin sentirse para nada protagonista de la historia, como si estuviera escribiendo uno de sus poemas en los que el ser poeta se disocia del ser humano.

Y al llegar a este punto quiero advertir que no trato en estas páginas de hacer historia ni crítica literaria, ni puntualizar con datos concretos una época determinada de las letras españolas, sino trazar a mi modo y con los fallos naturales de mi gastada memoria una imagen mía, personal, de Juan Ramón en la que es difícil separar al poeta y al hombre.2


Matrimonio Camprubí-Jiménez

Este fragmento en el que advierte al lector de sus « fallos naturales » muestra una inseguridad que no es propio de una mujer que transgredió los códigos sociales establecidos para las mujeres en una época oscura para convertirse en una pionera moderna. Nos sorprende esta « humildad » al escribir sobre el poeta moguereño. El tono de este libro de memorias será de este modo constantemente. Ernestina aludirá a sus encuentros, sus recuerdos, sus sentimientos, etc., desde una postura humilde, casi pidiendo perdón por sus posibles errores memoriales.

Pero es cierto que debemos también leer estas memorias como una enseñanza esencial para Nina y sus coetáneos, ya que la figura de Juan Ramón se presenta como el Maestro, el que le hizo descubrir autores de su generación, como Alberto, Lorca, Cernuda, Guillén, Salinas, Aleixandre...3así como autores ingleses clásicos (Keats, Shelley, Blake, Yeats...)4.

Del mismo modo, el hecho de conocer a Juan Ramón y a Zenobia, permite a Nina tener un círculo que se establece alrededor de la pareja, lo cual recuerda con mucha nostalgia : la tienda de artesanía de Zenobia, las excursiones con la sobrina de Zenobia, Inés ; las amistades con las « niñas » de Juan Ramón – como las llamaba Zenobia - , las fiestas en casa de Zenobia y Juan Ramón llena de juventud, los conciertos con la pareja, etc., toda una época dorada que Nina recuerda alternándolo con la cronología de sus publicaciones, queriendo demostrar que Juan Ramón era su guía poético.
Y el ambiente convulso llega, pero los intelectuales siguen sus actividades, hacia 1936, en el que Nina afirma con amargura :

Fueron aquellos días agitados y nerviosos, en que a pesar de andar envueltos en nuestra poesía, percibíamos ese algo que se nos venía encima a los españoles y que iba a traernos a todos tantos cambios dolorosos.5

Y en este párrafo, por fin, encontramos una voz plural, y observamos que Ernestina se siente formar parte de ese mundo, de ese círculo de poetas, artistas e intelectuales. Y es aquí donde podemos decir que la personalidad poética de Nina se afirma. De este modo, hizo falta mucho tiempo para que la propia autora se sintiera formar parte de una generación, pero por fin lo consiguió. Dejó de ser Ernestina Michels de Champourcin y Morán de Laredo para ser Ernestina de Champourcin. No sólo como personalidad artística, sino como mujer comprometida.
Reportaje de Mundo Gráfico sobre las accionesd e la Junta de Protección de Menores

Al comienzo de la guerra, Zenobia pide ayuda a sus amigas, y éstas responden, entre ellas Nina. Se trataba de cuidar a niños abandonados por la Junta de Protección de Menores. Pero debido a su aire de aristócrata (que lo era) y al aire de clérigo de Juan Ramón (que lo parecía), tuvieron que abandonar esas actividades por miedo a represalias de los milicianos, pero Ernestina se fue al Hospital de sangre. Sin embargo, otro incidente por sus orígenes sociales la hicieron desistir en la ayuda.

Y comenzó el exilio, tras ser evacuados ella y su marido por el Quinto Regimiento hacia Valencia, con una breve estancia en Barcelona, pasando a Francia y terminando en México. Las relaciones con la pareja Zenobia-Juan Ramón fueron retomadas y la poeta explica la enfermedad de Juan Ramón y las muertes de ambos.
Ernestina con unas amigas en el exilio

La ardilla y la rosa se convierte así en un itinerario personal ligado al de dos figuras importantísimas para toda una generación. Pero no olvidemos que, quien escribió estas memorias, no pensó en ningún momento en ella, sino en aportar su recuerdo a la construcción o deconstrucción del poeta moguereño.

El camino es progresivo, y en esta obra vemos cómo Nina, desde una posición de tercera persona, deviene primera persona...del plural. Quizá sea ése uno de los mayores problemas con el que nos encontramos cuando se trata de recuperar a nuestras mujeres : que ellas mismas no quisieron o no pudieron tener conciencia de la importancia que ejercieron en su momento, y de la que siguen ejerciendo hoy en día.


Ernestina con E. Checa

1 Balló, Tània, Las Sinsombrero. Sin ellas, la historia no está completa, Espasa Libros, Barcelona, 2017, p. 230.
2Champourcin, Ernestina de, La ardilla y la rosa, Fundación Juan Ramón Jiménez, Huelva, 1997, p. 25.
3Op. cit., p. 27.
4Op. cit. p. 33.
5Op. cit., p. 61.

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