Halma Angélico : el olvido sin piedad
(Texto publicado para Adopta una autora)
Rocío González Naranjo
María Francisca Clar
Margarit (1888 Palma de Mallorca - 1952 Madrid), cuyo pseudónimo era
Halma Angélico, mujer excepcional
que participó en la construcción de un Madrid más feminista y
artístico. Gracias a los estudios de la profesora Pilar Nieva de la
Paz, de Ivana Rota o Evelyne Ricci podemos acceder un poco más a su
vida y a su obra.
Fotografía extraída del periódico ABC, del 17/06/1932
Con una educación católica, Angélico se
convirtió en toda una personalidad del Madrid de los años veinte y
treinta, gracias a su trabajo como articulista y a su asociacionismo
femenino, político y cultural. Se codeó con las personalidades más
importantes del momento (Manuel Azaña, Margarita Nelken, Carmen de
Burgos, Cristóbal de Castro, Concha Espina, María Teresa León,
etc.). Comenzó muy pronto su actividad en el teatro, como cuando
trabajó con Jacinto Benavente para la representación de Don
Juan Tenorio en un cenáculo teatral.
Mujer divorciada y con dos hijos, empezó a escribir y colaborar en
varios medios, tanto españoles como hispanoamericanos1.
En esta época también comienza a comprometerse en causas sociales,
creando un Hogar Sudamericano para
exiliados, haciéndose socia del Lyceum
Club Femenino - del que fue la última
presidenta antes de la guerra civil -, de la Asociación
Nacional de Mujeres Españolas
(ANME) - siendo la vicepresidenta en enero de 1935 - de la asociación
socialista Unión de Mujeres de España
y España
Femenina.
Creación de la ANME, 11 de mayo de 1918
Así, ya antes de la llegada de la República,
Angélico, a través de sus obras, cuestionó lo que la República
iba a indagar a través de la educación : un cambio en los códigos
sociales de las mujeres. Solamente cuatro obras componen la
producción teatral de Halma Angélico2 :
La nieta de Fedra,
Entre la cruz y el diablo,
Al margen de la ciudad
y Ak y la Humanidad.
Las tres primeras obras tienen en común la descripción de la
situación de la mujer en la sociedad de la autora, y la última obra
opta por un teatro político.
Primera edición de La nieta de Fedra, 1929.
En sus tres primeras obras, Angélico ofrece una
representación realista de la situación de la mujer pero pone de
relieve la instauración de nuevos códigos sociales femeninos y
preconiza el desarrollo de la solidaridad femenina: la sororidad.
En La nieta de Fedra, Angélico denuncia la situación
de las madres solteras maltratadas por una sociedad que no consiente
que una mujer pueda elegir ser madre sin la presencia de un marido.
El mito de Fedra es versionado de una manera
excepcional, a partir de una hija intransigente con su madre. Su obra
Entre la cruz y el diablo,
de 1932, consigue ponerse en escena en el teatro
Muñoz Seca de Madrid, representada por la compañía de Margarita
Robles y quizá ayudada por la entonces
directora del teatro, Pilar Millán Astray.
En esta obra, la dramaturga presenta una serie de retratos de
diferentes mujeres que viven en un convento recogiendo mujeres
perdidas.
Se trata de una micro-sociedad en la que la solidaridad femenina es
uno de los factores de integración más importante. Lo mismo sucede
en su obra de 1934, Al margen de la
ciudad, en la que dos mujeres
completamente opuestas se ayudan para sobrevivir en una microsociedad
gobernada por hombres. De este modo, una de las características
esenciales de la obra de Angélico es la sororidad,
palabra que incluso hoy en día, la RAE no reconoce. Además,
los personajes luchan contra sus sentimientos y contra la realidad en
la que viven. Particularmente La
nieta de Fedra nos recuerda la tragedia
rural tan querida por Federico García Lorca. Durante la guerra,
Angélico consigue representar en 1938 la obra
Ak y la Humanidad, una obra que no
tiene nada que ver con las anteriores, con un tinte político que no
gusta a una parte de la crítica teatral. Esta obra tiene por
finalidad permitir a los espectadores preguntarse sobre la eugenesia
para crear un mundo mejor, pero la única solución que se muestra al
final para conseguir una mejor sociedad es la educación. Sin
embargo, el valor literario de la autora se centra en su
"sensibilidad" femenina. Así, en esta última obra, al no
centrarse en la "tragedia biológica" - como lo llama
Cristóbal de Castro - la autora es atacada sin piedad en la prensa.
Después de la guerra, la dramaturga fue
encarcelada durante tres meses a causa de su pasado político.
Finalmente fue
liberada y se quedó en Madrid, aislada intelectualmente, sola, sin
retomar la escritura, y murió en el olvido el 9 de noviembre de
1952, olvido que persiste hasta nuestros días.
No sólo es autora de obras teatrales, sino
también de ensayos, cuentos, artículos de prensa, etc3.
En toda su producción, muestra la realidad de la España de
pre-guerra, e intenta conciliar los dos mundos opuestos que
cohabitaban : el conservador y el progresista. Fue la única
dramaturga que pudo organizar una representación durante la guerra,
en 1938, un aspecto que prueba su valor, ya no como dramaturga, sino
como personalidad de la época. Angélico sufrió la invisibilidad
literaria, como tantas otras dramaturgas y escritoras de la Edad de
Plata, borradas del mapa cultural y artístico de su época, debido
en parte, al tratamiento recibido por la prensa, como lo explica
Shirley Mangini4,
pero también a la invisibilidad teatral, a las pequeñas y únicas
ediciones de sus obras o al eclipse que los escritores hombres de la
época produjeron. Sea cual sea el motivo, Halma Angélico es una
innovadora tanto en la temática como en los códigos escénicos. Los
hombres célebres del momento la reconocen, como se puede observar en
este fragmento de un artículo anónimo de la revista Cultura
integral y femenina5:
Azorín
dice que « hay finura y emoción en su prosa » ;
Cristóbal de Castro, que tiene « una sensibilidad poderosa »
; Sánchez-Ocaña, en ABC,
que es « una mujer con temperamento, con fibra y con pluma... ;
que sus fondos dramáticos tienen un trazo vigoroso, intenso, que
llega a lo hondo con una fuerza emotiva, recta y eficaz » ; el
P. Félix García, en Religión
y Cultura,
habla de la « fuerte y delicada sensibilidad de la autora »,
y añade que « su talento observador y reflexivo no resta
ternura y amorosidad femenina a esa mujer » ; Rafael Marquiña
hace notar « su gran talento y su densidad intencional », así
como su originalidad, tan recta como delicada.
Dejando a un lado los comentarios sexistas que
podemos encontrar, la autora es reconocida como una gran escritora
del mundo interior de los personajes. Sus obras son duras, crueles,
en la que las mujeres sufren los códigos sociales que les son
impuestos. Gracias a los estudios citados anteriormente, podemos
conocer más sobre esta personalidad, pero seguimos cuestionándonos,
¿Por qué no forma parte del canon literario?
1
(ABC,
Blanco y Negro,
Heraldo de Madrid)
Mujer y
Mundo Femenino.
2
Subrayemos el hecho que Los caminos de
la vida (1920) y Berta
(1922) son, respectivamente, las primeras versiones de Entre
la cruz y el diablo et de La
nieta de Fedra.
3
Los caminos de la vida.
Madrid, Imp. Clásica Española, 1920, firmado como Ana Ryus.
Berta,
drama en tres actos, de 1922.
La
mística: (estudio de almas), Madrid,
Talleres Tip. Velasco, 1929, 84 p.
La
nieta de Fedra, Madrid, Talleres Tip.
Velasco, 1929, 201 p.
El
templo profanado, Madrid, Compañía
Ibero-Americana de Publicaciones, 1930, 221 p.
La
desertora, Madrid, Librería Beltrán,
1932, 236 p.
Entre
la cruz y el diablo, Madrid,
Rivadeneyra, 1932, 42 p.
Al
margen de la ciudad, en: Teatro
de mujeres. Prologue de CASTRO,
Cristóbal (ed.), Madrid, M. Aguilar, 1934, p. 17-86.
Santas
que pecaron, Madrid, Aguilar, 1935,
265 p.
AK
y la humanidad, Madrid, M. Aguilar,
1938, 128 p.
Según
Juan Antonio Hormigón, quedan algunos escritos inéditos. Por
ejemplo, la obra La gran orgía,
«entregada para su registro en la SGAE
el 8- VII- 1932 ». Además, la
familia posee los inéditos siguientes: El
Madrid que a veces también llora,
Agar,
poema en prosa, Ibor
el magnífico
y La Jineta.
4
MANGINI, Shirley, Las modernas de
Madrid : las grandes intelectuales españolas de la Vanguardia,
Barcelona, Península, 2001, p. 189. «
Cuando una mujer lograba estrenar, en muchas ocasiones la crítica –
condescendientes o galantes, pero raras veces seria o positiva –
determinaba una corta vida para la obra en cartelera. En general,
las dramaturgas de los años veinte – como tantas otras mujeres
que destacaron en su época – desaparecieron de la historia
literaria hasta las últimas dos décadas de este siglo. »
5
ANONIMO,
« Halma
Angélico », Cultura
integral y femenina,
15-2-1933,
p. 8.
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