Ernestina de Champourcin : de la memoria y la autoafirmación, artículo publicado en Los Ojos de Hipatía, el 2 de junio del 2018
Rocío González Naranjo
Ernestina
de Champourcin ha sido recientemente reconocida como una de las
poetas inconfundibles de la Generación del 27, gracias a la labor de
Tània Balló y al documental Las Sinsombrero. Incluso ahora,
si buscamos información en diferentes páginas web, nos confirman
que era una reconocida en la nómina de integrantes de la Generación
del 27. Esto en parte se produce porque Gerardo Diego la integró en
Poesía española contemporánea de 1934, junto a Josefina de
la Torre. Incluso fue nominada al Premio Príncipe de Asturias de las
Letras en 1992. Pero ella no tuvo conciencia de « ser »,
como muchas de nuestras modernas. Ella dedicó su vida a rememorar
aquella generación sin dar valor a su propio protagonismo.
Quizá porque no se reconoció a sí misma, como muchas otras mujeres artistas y literatas, no fue reconocida como debiera. Ernestina, conocida como « Nina » familiarmente estuvo, ante todo, al servicio de la memoria de otros, como es con el caso de su admirado poeta, Juan Ramón Jiménez.
Quizá porque no se reconoció a sí misma, como muchas otras mujeres artistas y literatas, no fue reconocida como debiera. Ernestina, conocida como « Nina » familiarmente estuvo, ante todo, al servicio de la memoria de otros, como es con el caso de su admirado poeta, Juan Ramón Jiménez.
Es
cierto que en la Universidad de Navarra podemos acceder libremente a
tres tomos que escribió en el otoño de su vida, ya de regreso a
España, pero aún no hemos tenido la suerte de tener entre nuestras
manos la edición de María Elena Antón Ramírez, Diarios y
memorias de Ernestina de Champourcin : algunos fragmentos
inéditos, publicado por la Universidad de Navarra en el 2006.
Vamos a conformarnos con la primera lectura que hemos tenido.
Comprender
a Ernestina es difícil, sobre todo si leemos su obra La ardilla y
la rosa (Juan Ramón en mi memoria), editadas por la fundación
del poeta moguereño en 1997, pues comprobamos que, aunque une sus
recuerdos al encuentro con el matrimonio Juan Ramón-Zenobia, no
podemos más que preguntarnos por qué se refugiaron sus recuerdos en
esa amistad, y no en sus vivencias durante los hermosos años de
explosión cultural como es la denominada Edad de Plata.
Su
deriva al Opus Dei fue tal que incluso l@s amig@s de aquella
maravillosa generación le dieron de lado, y cuando se encontró en
España de nuevo tras su largo exilio, la soledad era un lastre
importante. Prueba de ello es un escrito que cita Tània Balló en su
libro Las Sinsombrero :
2
de enero de 1990. Comienzo del año casi en vacío. La radio con las
pilas más caras puestas hace tres días no funciona. La otra está a
arreglar. La chica se ha ido con gripe. El teléfono no ha sonado ni
una vez. […] Me gustaría ser nueva como el año. ¡Pero qué
difícil !1
Ernestina con su marido, Domenchina
Pero
empecemos por el principio, o más bien por la mitad. No vamos a
explicar la vida de esta intelectual y artista ya que,
afortunadamente, podemos encontrar mucha información en la web y
cómo no, en el documental de Las Sinsombrero. Eso sí,
debemos explicar algunas circunstancias para comprender la
trayectoria vital y artística de Nina. Esta gran poeta, intelectual
y moderna, tuvo la suerte de pertenecer a una familia de clase alta y
liberal, con lo cual tuvo una educación igualitaria a la de sus
hermanos, pudiendo asistir a las clases de la Escuela libre, pero que
a la hora de matricularse en la universidad, recibió la negativa de
su padre.
No
por ello, Ernestina se rindió, pues fue una mujer luchadora y a
contracorriente. Sabía hablar y escribir inglés y francés e
incluso escribió algún que otro poema en la lengua de Molière. Así
que empezó a escribir poemas para diferentes revistas de la época,
obteniendo un buen apoyo de la crítica. En Madrid se acerca a los
círculos culturales e incluso sociales a los que no pertenece, pero
eso le ayudará para perfilar su personalidad política, tan
importante en su devenir.
Residencia de Señoritas
El
Lyceum Club de Madrid le dio la oportunidad de consagrar sus
relaciones sociales, culturales y artísticas del momento,
continuando a escribir poemas. Aunque no pudo formar parte de la
junta fundacional por la negativa de su padre, ella no faltó un solo
día a las tertulias, conferencias y otras actividades de este
refugio femenino de un Madrid hostil a la independencia de las
mujeres. Y es entonces, tras la publicación de su primer poemario
En silencio (1926), cuando conoce a su admirado poeta, a Juan
Ramón Jiménez. Y aquí, permítanme que pase directamente a La
ardilla y la rosa, unas memorias « para otro », en
las que ella es únicamente testigo de algunos hechos, sin sentirse
para nada protagonista de la historia, como si estuviera escribiendo
uno de sus poemas en los que el ser poeta se disocia del ser
humano.
Y al llegar a este punto
quiero advertir que no trato en estas páginas de hacer historia ni
crítica literaria, ni puntualizar con datos concretos una época
determinada de las letras españolas, sino trazar a mi modo y con los
fallos naturales de mi gastada memoria una imagen mía, personal, de
Juan Ramón en la que es difícil separar al poeta y al hombre.2
Matrimonio Camprubí-Jiménez
Este fragmento en el que advierte al lector de sus « fallos
naturales » muestra una inseguridad que no es propio de una
mujer que transgredió los códigos sociales establecidos para las
mujeres en una época oscura para convertirse en una pionera moderna.
Nos sorprende esta « humildad » al escribir sobre el
poeta moguereño. El tono de este libro de memorias será de este
modo constantemente. Ernestina aludirá a sus encuentros, sus
recuerdos, sus sentimientos, etc., desde una postura humilde, casi
pidiendo perdón por sus posibles errores memoriales.
Pero es cierto que debemos también leer estas memorias como una
enseñanza esencial para Nina y sus coetáneos, ya que la figura de
Juan Ramón se presenta como el Maestro, el que le hizo descubrir
autores de su generación, como Alberto, Lorca, Cernuda, Guillén,
Salinas, Aleixandre...3así
como autores ingleses clásicos (Keats, Shelley, Blake, Yeats...)4.
Del mismo modo, el hecho de conocer a Juan Ramón y a Zenobia,
permite a Nina tener un círculo que se establece alrededor de la
pareja, lo cual recuerda con mucha nostalgia : la tienda de
artesanía de Zenobia, las excursiones con la sobrina de Zenobia,
Inés ; las amistades con las « niñas » de Juan
Ramón – como las llamaba Zenobia - , las fiestas en casa de
Zenobia y Juan Ramón llena de juventud, los conciertos con la
pareja, etc., toda una época dorada que Nina recuerda alternándolo
con la cronología de sus publicaciones, queriendo demostrar que Juan
Ramón era su guía poético.
Y el ambiente convulso llega, pero los intelectuales siguen sus
actividades, hacia 1936, en el que Nina afirma con amargura :
Fueron aquellos días
agitados y nerviosos, en que a pesar de andar envueltos en nuestra
poesía, percibíamos ese algo que se nos venía encima a los
españoles y que iba a traernos a todos tantos cambios dolorosos.5
Y en este párrafo, por fin, encontramos una voz plural, y
observamos que Ernestina se siente formar parte de ese mundo, de ese
círculo de poetas, artistas e intelectuales. Y es aquí donde
podemos decir que la personalidad poética de Nina se afirma. De este
modo, hizo falta mucho tiempo para que la propia autora se sintiera
formar parte de una generación, pero por fin lo consiguió. Dejó de
ser Ernestina Michels de Champourcin y Morán de Laredo para ser
Ernestina de Champourcin. No sólo como personalidad artística, sino
como mujer comprometida.
Reportaje de Mundo Gráfico sobre las accionesd e la Junta de Protección de Menores
Al comienzo de la guerra, Zenobia pide ayuda a sus amigas, y éstas
responden, entre ellas Nina. Se trataba de cuidar a niños
abandonados por la Junta de Protección de Menores. Pero debido a su
aire de aristócrata (que lo era) y al aire de clérigo de Juan Ramón
(que lo parecía), tuvieron que abandonar esas actividades por miedo
a represalias de los milicianos, pero Ernestina se fue al Hospital de
sangre. Sin embargo, otro incidente por sus orígenes sociales la
hicieron desistir en la ayuda.
Y comenzó el exilio, tras ser evacuados ella y su marido por el
Quinto Regimiento hacia Valencia, con una breve estancia en
Barcelona, pasando a Francia y terminando en México. Las relaciones
con la pareja Zenobia-Juan Ramón fueron retomadas y la poeta explica
la enfermedad de Juan Ramón y las muertes de ambos.
Ernestina con unas amigas en el exilio
La ardilla y la rosa se convierte así en un itinerario
personal ligado al de dos figuras importantísimas para toda una
generación. Pero no olvidemos que, quien escribió estas memorias,
no pensó en ningún momento en ella, sino en aportar su recuerdo a
la construcción o deconstrucción del poeta moguereño.
El camino es progresivo, y en esta obra vemos cómo Nina, desde una
posición de tercera persona, deviene primera persona...del plural.
Quizá sea ése uno de los mayores problemas con el que nos
encontramos cuando se trata de recuperar a nuestras mujeres :
que ellas mismas no quisieron o no pudieron tener conciencia de la
importancia que ejercieron en su momento, y de la que siguen
ejerciendo hoy en día.
Ernestina con E. Checa
1
Balló, Tània, Las Sinsombrero. Sin ellas, la historia no está
completa, Espasa Libros, Barcelona, 2017, p. 230.
2Champourcin,
Ernestina de, La ardilla y la rosa, Fundación Juan Ramón
Jiménez, Huelva, 1997, p. 25.
3Op.
cit., p. 27.
4Op.
cit. p. 33.
5Op.
cit., p. 61.